¡Hola de nuevo! Ya estoy de vuelta y tengo que decir que Islandia me ha encantado. No sólo es un país con cosas alucinantes que ver, sino que además los pocos turistas que hay y el buen rollo que llevan hace que la visita se disfrute aún más.
Lo suyo es que ahora os pusiese algunas fotos y, por qué no, explicase también algunos detalles y consejos para visitar algunos sitios, que una vez allí he echado en falta más exactitud en las guías de viaje y en los centro de información. El problema es que cuando vuelves con las tarjetas de la cámara rebosantes de fotos es muy difícil decidirse por dónde empezar, así que para romper el hielo voy a hablar de yogures.
Sip, de yogures.
Cuando uno llega a Islandia, se da cuenta de que la comida típica de allí es bastante limitada. Que si platos de cordero (hay ovejas por todas partes), algunos de pescado, y los omnipresentes perritos y hamburguesas. Luego hay algún plato emblemático, como el tiburón fermentado (no muy recomendable), o el skyr.
¿Qué es el skyr? Pues una especie de yogur a base de leche de vaca y origen Islandés que está muy muy bueno. Lo hacen de todos los sabores, y tiene una textura densa muy particular. Para que os hagáis una idea, cuando probé el de fresa me recordó al petit sussie.
Si alguno de vosotros se preocupa por ese tipo de cosas cosas me dirá: “¿Parecido al petit suisse? Debe tener un montón de grasa” (yo lo sé porque mi madre sólo me daba uno con esa razón :(). Pues sorprendentemente, no. Tiene poquísima. Es un yogur parecido al petit suisse, con apenas grasa y mucho calcio (lo que hace que sea más saciante). Un producto que se vendería a espuertas si José Coronado lo anunciase en la tele.
¿Por qué entonces no lo vemos por estas latitudes? ¿A nadie se le ha ocurrido importarlo o hay algo más que nos quieren ocultar? Yo no tengo ni idea, pero si alguno de vosotros sabe cómo montar una cadena de importación, que me avise que nos forramos 😀
Publicado originalmente en https://fregandolosplatos.wordpress.com/ bajo licencia CC BY-NC-SA 3.0